La mirada del Alma
Un conocido columnista de prensa cuya pluma se había mostrado acertada y aguda en la evaluación a la situación económica de la nación se ha despedido recientemente de sus lectores motivado, según escribió en la última entrega de su columna, a la depresión que le causó la visión de la niñez abandonada en el país.
Si bien en realidad la depresión resume no sólo la visión de la pobreza sino tambián la fuerte crisis de la economía motivada al estancamiento comercial, esto no fue tan bien asimilado por algunos lectores.
Dentro de las manifestaciones que son de esperar tras esta decisión una persona escribió semanas despuás en el mismo diario que le era extraño e incomprensible el que el columnista se deprimiera ante la visión de la niñez abandonada puesto que ese no es un fenómeno nuevo, sino que ha estado gestándose a lo largo de lustros, ello era signo inequívoco para el segundo escritor de que definitivamente el columnista había permanecido con los ojos cerrados ante una realidad dura y cruel que se ha estado viviendo durante los últimos años.
Estos dos escritos llamaron mi atención por cuanto en ellos se refleja con claridad la intención humana en su actividad y en su opinión. Ya se ha dicho que lo más abyecto y lo más sublime sólo pueden tener cabida simultáneamente en el hombre.
Ello encierra la paradoja de nuestra naturaleza dual, nuestros ojos sólo son capaces de percibir lo que el corazón siente o lo que la conciencia quiere mirar. En toda sociedad humana conviven las formas más demoníacas de soledad y dolor con la alegría y la belleza. Pensamos superficialmente que las sociedades de los países industrializados resumen el ideal social de la justicia y la belleza, y simplemente ello no es así, en Londres los depauperados viven en alcantarillas quemando excrementos para calentarse en invierno, en París los mendigos mueren al margen de los grandes boulevares, en Río de Janeiro los escuadrones de la muerte asesinan a los niños y la incidencia de enfermedades de transmisión sexual cobra cada día más víctimas y en Amsterdam la destrucción, el dolor y la ruina del ser femenino está al alcance y conocimiento de quien desee pagar el importe de las prostitutas que se exhiben en las vitrinas de la zona roja.
De igual modo encontramos que en la desolada Kenia se puede admirar la estepa africana desde el Kilimanjaro, se puede sentir el influjo de esa casa de Dios como se conoce al lugar en lengua masai, sólo en el conflictivo medio oriente pueden encontrase algunas de las hermosas raíces culturales de la hispanidad, en la India y el Nepal con su carga de tristeza y pobreza puede entenderse la filosofía de los budistas y en la infortunada Jerusalán pueden verse los caminos que recorrió Cristo.
Así, pareciera que en cualquier sociedad, al margen de la imagen que de sí proyecta, pueden encontrase lo bello o lo terrible que sólo la mano del hombre puede dar y construir. Es el hombre quien hace la diferencia, es el ojo el que sigue el rumbo que le dicta el corazón, es así como el fotógrafo puede visitar los países más pobres y traer a la redacción los más bellos paisajes, los recuerdos más vívidos de la mejor gente, y es así tambián como el misionero va a la gran ciudad cuna de cultura y esplendor y trabajar denodadamente en el rescate de las almas extraviadas, en la recuperación del hombre que ha perdido la dignidad de ser hijo de Dios.
Esta condición de hombres, hechos de lo bueno y lo malo, puestos para escoger a cada instante es lo que nos define y limita, en toda sociedad humana encontraremos al hombre con todas sus grandezas pero indefectiblemente atado a sus grandes miserias, quizá en ello estribe que muy a pesar de la gran industrialización y generación de riqueza no nos sea posible liberarnos de nuestro propio sino de maldad. No es posible para el hombre redimirse a sí mismo. Parecemos destinados a tener siempre los errores de nuestras manos a la vista para recordárnoslo y es en definitiva nuestra actitud ante este hecho lo que hace la diferencia.