La Actitud
Hay un pasaje en la obra humorística de Miguel Otero Silva en el que el escritor juega con la idea de la actitud que debe mantener el cristiano durante su tránsito por la vida. Planteaba la pregunta hipotética Àqué considera Ud. más cristiano, sacar a los mercaderes del templo o poner la otra mejilla?
Se trata de colocar al interpelado ante una falsa duda, no obstante, hay un cierto trasfondo que se respira en el contenido de la idea, la actitud con la que nos enfrentamos a los hechos que constituyen nuestra vida, nuestra sociedad y nuestra cotidianidad. Hay para ello que pensar en las diversas formas de afrontar los acontecimientos colectivos, incluyendo desde la posición de los contemplativos hasta la de los anarquistas.
Las formas como se ha interpretado y vivido el cristianismo reproducen la sorna de Otero Silva, en un extremo se ubican quienes atraviesan el entorno social teniendo el menor contacto posible con sus complejas relaciones, formas y sistemas, en espera de la vuelta del Mesías. En el extremo opuesto podríamos ubicar a los militantes de la teología de la liberación, que viene a ser algo así como el brazo reaccionario del cristianismo, para quienes Cristo representa el ideal del guerrero de justicia que no supieron ver los judíos del siglo I.
El problema que ha tenido la interpretación del mensaje de Jesús estriba en que se lo ha querido tomar como bandera para posiciones extremistas, y como justificativo de cambios y revoluciones sociales, de todos y para todos. Cuando la primera revolución, el primer cambio que requerimos no es de las masas sino el de cada uno de nosotros, quienes generamos el intenso dolor que acarreamos por sociedad. Es más fácil la vía de pedir a todos el compromiso de construir una nueva sociedad que asumir que nuestra conducta diaria forma parte de esa odiosa estructura que tan acremente atacamos.
Cuando desprendemos de todas las formas de elaborado simbolismo y absurdas razones interpretativas a la palabra de Cristo quedamos desnudos ante nosotros mismos, solos frente a todo lo que llevamos dentro, allí donde está focalizada la verdadera revolución, el cambio más trascendental que nos es dado lograr. Esa suma de la percepción y de tradiciones, de costumbres y de formas aprendidas es la que constituye la personalidad con la que nos enfrentamos al mundo y sus innumerables formas.
Aunque son muy parecidas entre sí, las posturas que tomamos ante una determinada situación describen mejor que las semblanzas de los sicólogos nuestra naturaleza interior. Decir por ejemplo, soy tan bueno como tú no es igual a decir, eres tan bueno como yo, el mensaje que transmiten ambas afirmaciones muestra claramente una postura antipodal ante un hecho. El examen que hagamos de este tipo de actitudes es el que hace la diferencia entre como sobrellevemos las diferentes situaciones a las que nos vemos incursos a lo largo de nuestras vidas y a menudo la naturaleza del tipo de soluciones que implementemos para resolver los problemas.
En el fondo se trata del objetivo de contribuir a la consecución de una sociedad más justa y humana, centrada en el hombre, en el amor y no en la muerte o los bienes económicos, se trata de la identificación de los enemigos comunes y su reducción sistemática, pero no fuera de nuestro ser sino dentro del mismo, de la autorevisión para dar pasos firmes y no nublados por viejos intereses que a menudo desconocemos nos habitan.
Es importante la forma, porque en ello se distinguen las diferentes actitudes que contribuirán o no a la larga a una sociedad más armónica. El reto constante al orden establecido es el absurdo, todos disentimos a menudo en forma verbal o escrita, e inclusive a través de nuestras acciones de ciertas pautas que gobiernan nuestra cotidianidad, pero llevada al extremo, esta retaliación constante se hace parte del mismo juego absurdo que se pretende abolir, lo cual le hace más fuerte.
La penetración silenciosa de estructuras con la que no estamos de acuerdo, la implementación de formas alternas de resolver determinados problemas o de enfrentar una situación en particular debilita en cambio al enemigo externo, pero ello sólo es claro con una conducta muy clara en cuando al propio conocimiento y las capacidades que poseemos. Como ejemplos podemos citar a las huelgas instigadas por Gandhi contra la dominación británica en la India o las clases que imparten maestras en el estado venezolano de Zulia en poblados que carecen de aulas y de pupitres, en improvisados patios junto a animales de cría, sin esperar nada por parte del sistema de educación oficial. Este tipo de hechos dice de por sí mucho contra Inglaterra uno y contra el sistema educativo venezolano el otro. En ambos casos se tienen actitudes diferentes a las habituales, guerra en el primer caso y huelgas y manifestaciones en el segundo.