Leere Ideen
Las ideas y consideraciones deben ser sometidas a un examen riguroso que nos permita separar en ellas lo provechoso que pudieran tener y alejar lo dañino a los intereses individuales y colectivos que igualmente pudieran contener.
El debate de las ideas debería ser la vía de consenso en las sociedades civilizadas y abiertas. Por el contrario, el menosprecio por quienes no comparten nuestro punto de vista es el primer paso para el surgimiento de ideologías intolerantes de las que sabemos como comienzan pero no como pueden acabar. La visión del otro está allí, frente a nuestros ojos y si quienes aspiran ser una alternativa a una visión del mundo no dispone de una respuesta a sus planteamientos serían incompletas las visiones que pudieran tener de una sociedad diversa.
La postura firme contra visiones inviables de sociedad es por otra parte la mejor respuesta a falacias y tergiversaciones que comenzando por planteamientos legítimos cruzan la línea de lo intolerable e inmoral para volver a presentarse como una respuesta legítima y válida ante las numerosas necesidades del colectivo. El repaso de la historia es una forma sana de revisar lo que se ha hecho, lo que ha funcionado y evitar la repetición de errores, constituye la forma más sublime de dotar de significado a las vidas precedentes que se dedicaron o se inmolaron para que se entendiera que no todos los caminos son válidos, que aunque muchas cosas nos son posibles muchas no deberían estar permitidas.
Los grandes vacíos espirituales han sido el elemento de disgregación de la civilización de nuestro modo de vida como colectivo, dentro de este único planeta del que disponemos las decisiones a menudo se revierten en nuestra contra para recordarnos que forzosamente la razón debería privar en un lugar privilegiado en medio de nuestras penurias para abrir un camino de sensatez en el que habiten la paz y la justicia. En una conferencia de 1974 Martin Heidegger hablaba de la falta de nombres sagrados y concluía sus disquisiciones expresando que:
"En tanto nos sea negada la mirada, propia del camino, para ver que y cómo aún en la sustracción y en la retención impera un modo propio del venir a la presencia, entretanto quedaremos ciegos y no nos afectará el acosante venir a la presencia, que es propio de la falta, la cual esconde en si, y no encubre, el nombre de lo sagrado y con ello a éste mismo.
Sólo una morada en la abierta comarca desde donde viene a la presencia la falta, otorga la posibilidad de echar una mirada en lo que hoy es, en tanto ello falta"
Así, cuando se desconoce lo que falta no es posible identificarlo aun cuando lo tengamos enfrente, y en esa falta de nombres sagrados de la que hablaba Heidegger, el mismo que en su oportunidad se afilió al partido nacional socialista alemán, es probable que quien hable lo haga con la propiedad de quien ha conocido las entrañas de una palabra que puesta por sagrada demandó la sangre de millones, elemento que vemos repetirse con terrible similitud en tantas naciones hoy. ¿Qué es lo esencial?, ¿cuales son los nombres sagrados que hoy buscamos? ¿cómo encontramos una respuesta que llene el profundo vació de algunas ideas? Paul Johnson ha sido una acucioso analista de la historia y cuando reflexionaba en sus tiempos modernos sobre el papel del totalitarismo, de las ideologías extremas que ofrecen colocar a un colectivo sobre el individuo como la solución universal, final acotaba: "El estudio del pasado me ha convencido de que el surgimiento del individuo es el primer paso decisivo de cualquier civilización. En el antiguo Egipto, aquella sociedad predominantemente totalitaria, ocurrió un milagro social cuando la primitiva creencia de que el Faraón abarcaba el alma colectiva de la nación, fue dando paulatinamente lugar a la convicción de que los hombre y mujeres poseían naturalezas individuales y que cada cual desempeñaba un papel particular en el orden moral. Cierto gran arqueólogo llamó a esto "el albor de la conciencia". La conciencia individual es el más grandiosos don que posee la humanidad. Un credo político que la respete - pese a cualesquiera otros errores que cometa o que propugne- es inherentemente sano, pues contiene entro de si un mecanismo de autocorrección. Pero en un sistema de creencias donde la conciencia está colectivizada, no existe ninguna barrera confiable sobre el camino que a la postre puede llevar a un Auschwitz o a un Gulag."