Cien años, dos visiones
La reciente finalización del 2005 lleva, allende nuestras fronteras dentro de las que nos solemos recluir bastante con lo que a diario debemos enfrentar, nos llevó a mirar que durante él Francia celebró el centenario de dos de sus filósofos más reputados en el siglo pasado: Jean Paul Sartre y Raymond Aron. Es conocida y pública la diatriba que mantuvieron a lo largo de su vida en relación con sus posiciones sobre las estructuras de gobierno y la política, tal fue el extremo que se habla de la dos Francias que inspiraron.
Como parte de un estudio más profundo actualmente en curso, he tenido de hacer algunas revisiones a las tesis de Aron y la mención de la obra de Sartre en ella es piedra angular. Invitado por la Universidad de Aberdeen a dictar las Gifford Lectures escoge como tema La conciencia histórica en el pensamiento y la acción y centra su estudio en la "Crítica de la Razón Dialéctica" de Sartre y de ésta revisión nace el libro "Historia y Dialéctica de la Violencia" que publicó Monte Ávila en 1975.
Se trata de un volumen compacto muy denso, enmarcado dentro de lo que algunos revisionistas sartreanos han estado mirando en torno a las tesis fundamentales del padre del existencialismo a quien se ha comenzado a cuestionar distintas posturas dentro de su vida como intelectual. Aunque carezco de los méritos suficientes para evaluar en profundidad la obra de Sartre, es interesante un rápido repaso de las posiciones que mantuvo en algunos momentos de la historia.
Sarte escribió en el editorial de enero de 1950 de "Les Temps Modernes", revista que fundara, en relación a los campos estalinistas que "Cualquiera que sea la naturaleza de la presente sociedad soviética, la URSS se encuentra situada, grosso modo, en el equilibrio de fuerzas, del lado de las que luchan contra las formas de explotación conocidas por nosotros".
Tras el inicio de la guerra de Corea en 1950 se hace francamente comunista escribiendo en la misma revista "Les communistes et le paix" un panegírico en tres partes: julio de 1952, octubre de 1952 y abril de 1954. Esto provocó que una serie de intelectuales franceses de la época que colaboraban en la revista la abandonaran en rompimiento con la línea de Sartre, a quien critican su silencio ante el antisemitismo de Stalin, los Gulags y el totalitarismo.
Para 1956 con la invasión a Hungría se hacía insostenible la tesis según la cual se equiparaba al proletariado con el partido comunista, hechos que fueron aprovechados por sus críticos para indicar que el pueblo no era para Sartre ni para los comunistas mas que una mera justificación. Se aprecia en Sartre un alejamiento de las ideas medulares del comunismo soviético del que marca distancia de forma abierta luego del aplastamiento de la Primavera de Praga por parte de los soviéticos, permaneciendo en su obra no obstante un marcado sesgo antiestadounidense, socialista, antiburgués, anticapitalista y antiimperialista.
El 1960 publica "Crítica de la Razón Dialéctica". En 1964 renuncia al Premio Nobel de Literatura. Durante los acontecimiento del Mayo francés justifica plenamente la violencia, lo que le gana muchas enemistades y diatribas. Fue en todo caso un pensador poseído por el maniqueísmo y salvo muy contadas ocasiones no pudo sustraerse a su influencia.
Ante este radicalismo visceral la figura de Aron fue más comedida, en su obra muestra una constante crítica a la violencia y al totalitarismo "no hay asesinos buenos y malos" así como su llamado a la templanza y la equidistante neutralidad. Coincidieron en 1974 cuando junto a Ionesco rompieran con la UNESCO debido a la posición que tomó contra Israel. El problema Arabe-Isrelí llevó a Sartré por primera vez a una posición intermedia en la que no había una razón absoluta.
Hoy día estas dos posiciones encontradas son las que se disputaron los homenajes centenarios, Sartre ha ganado la guerra mediática, los especiales, los honores y los Museos. Se cita a alguien que afirma que "es mejor equivocarse con Sartre que tener razón con Aron" mientras otra voz dice que Sartre quería cambiar al mundo mientras que Aron se conformaba con no empeorar el que le tocó habitar.
Uno pudiera pensar que las palabras de Sartre justificando la violencia sonarían muy fuera de contexto tras el 11 de septiembre de 2001, pero el apoyo de la prensa y la intelectualidad francesa muestra algo muy contrario, si bien ciertamente Francia no se ha caracterizado por su afición a los Estados Unidos, no deja de ser interesante que las naciones deben encontrar y construir las respuestas a sus problemas sociales fundamentales, los cuales al no ser resueltos pueden estallar en forma de disturbios y desórdenes como los que vimos en París durante este mismo año pasado. Este tipo de hechos es el fundamento paro la pregunta de fondo que se hacen muchos, seguidores de Sartre incluso: ¿estuvo Sartre equivocado toda su vida?
En la misma encrucijada se ven naciones enteras al tratar de definir el porvenir que les ha de recibir, no sabiendo en ocasiones como colectivo lo que quieren o no, está planteada la tarea de confrontar visiones de país que no son claras. Mirar, por ejemplo, las fotografías de jóvenes empuñando armas al aire en las azoteas de edifcios, leer la inminente llegada de armamento, la compra de armas por parte de los gobiernos me lleva a pensar en Sartre y su justificación de la violencia, en ese radicalismo que califica de enemigo a todo el que no comparte la propia tesis, y en la pasividad con la que los grandes medios de divulgación hacen eco de las ideas más sonoras y llamativas aunque ello comporte la autoaniquilación. Tenemos también en América Latina dos visiones contrapuestas desde sus intelectuales y escritores y las simpatías se inclinan hacia uno de los bandos con lo que pareciera que las decisiones han sido viscerales y tajantes. pero ¿no hay espacio para propuestas alternativas? ¿tenemos que estar ceñidos a hablar en los mismos términos en que lo hemos hecho durante el último siglo?.