No temas a la Noche
"Venimos de la noche, y hacia la noche vamos" repite Vicente Gerbasi como columna vertebral de "Mi padre el Inmigrante", con la noche se arropan los sueños y se desvelan las angustias, hace de lienzo de estrellas y camino de esperas, nubla los ojos y oculta de las miradas el sendero que debe seguir el paso que vacila.
La imagen de la noche y su obscuridad ha sido ampliamente utilizada a lo largo de la historia como metáfora de lo macabro, penoso o terrible. Es en las sombras donde se fraguan las malas ideas, donde se cobijan los pensamientos de muerte y destrucción, donde se esconde todo aquello que no puede salir a la luz. Sin embargo, la imagen de la noche en la literatura y la espiritualidad le pertenece por antonomasia a San Juan de la Cruz, Doctor Místico.
La obra del santo español es breve, si la comparamos, por ejemplo, con la Summa Teológica, pero tiene una intensísima profundidad que hace necesaria la lectura múltiple, con la particularidad de que en cada una de ellas se va encontrando un matiz, un sentido, una idea que habíamos pasado por alto en la lectura previa. Hay numerosas afirmaciones breves que es necesario reconsiderar con mayor profundidad, y que van cobrando un sentido completamente diferente a medida que las volvemos a ver con ojos que han visto otras cosas, que han madurado en las distintas sendas humanas. No es definitivamente una materia para lectura rápida.
Y si hay un tópico que como columna vertebral recorre transversal y verticalmente los distintos libros de San Juan de la Cruz ese es la noche y su obscuridad. Este centrarse en la obscuridad que precede al alba ha sido analizada por seguidores y estudiosos del santo "Quien busca en sus escritos misterio, experiencia, doctrina, topa necesariamente con el lenguaje; y quien gusta y analiza su lenguaje topa velada o directamente con el misterio o la experiencia mística del autor" escribió Federico Ruiz Salvador en "El símbolo de la noche oscura". Revista de espiritualidad, 44,1985. p.80.
En su obra "Noche obscura del espíritu" libro 2, capítulo 9, sección 2, explica San Juan que "La causa por que el alma en la obscuridad de esta contemplación va libre y escondida de las asechanzas del demonio, es porque la contemplación infusa, que aquí lleva, se infunde pasiva y secretamente en el alma a excusa de los sentidos y potencias interiores y exteriores de la parte sensitiva."
Vamos durante la noche, nos dice el santo, recordándonos que esta noche que atravesamos permite preparar los ojos a la venida de una nueva aurora, nos recuerda que hay un ahora al que irremediablemente hemos de atender, con la paradoja de saber el destino final que buscamos, al que nos dirigimos, pero que sin embargo no puede ser excusa para distraernos de las circunstancias del ahora, como tampoco lo debe ser la constante y perpetua mirada al pasado, cada escala de la escalera por la que ascendemos tiene su dimensión única, se fatiga de antemano quien piensa en todas las que le quedan o quien mira con alborozo las que han quedado debajo, cada peldaño se hace único e irrepetible en el camino.
Es nuestra noche no poder comunicarnos por encima de la barrera que se ha construido entre las distintas concepciones del mundo que tenemos, saber que hay otros brazos que no se abrirán para nosotros, hacer en fin de la vida en conjunto un conflicto de no saber.
Para nosotros hoy en día, con nuestra circunstancia la noche se ha abatido sobe nuestra historia, atravesamos por tanto una senda de obscuridad de la que nos falta aún por ver, por sentir hasta alcanzar la claridad. Si este dolor que nos ha de sobrevenir, que pudiera traer más sangre y muerte sobre nuestras calles ha de significar que entendamos que como pueblo no debemos depositar toda nuestra confianza en un hombre, en una idea de salida inmediata de nuestros grandes problemas, si llegara ser sinónimo de comprender al menos lo que no queremos para nuestras nuevas generaciones, si va a ser el albor de una nueva etapa de reencuentro, de construcción con todos y por todos, entonces la fría obscuridad que nos arropa habrá adquirido el viso de la confianza de lo no visto, de hacer viva la capacidad de mirar lo porvenir, entonces la noche no sería una etapa de miedo sino de espera. Ignoro cuanto dolor debemos padecer aún, cuanto ha de tardar la llegada e la luz, cuanto nos falta para madurar.
Si la noche que atravesamos, si las horas aciagas que nos faltan por ver antes de contemplar la aurora de la verdad y la libertad son de aprendizaje, ruego entonces que todos aprendamos, que sirva de base para que no se olviden nuestras flaquezas como pueblo, como legisladores y como gobernantes, tendrán entonces sentido los sacrificios hechos, las vigilias y las lágrimas derramadas, el dolor sufrido. Sólo para que en lo futuro no se repitan estos mismos errores de muerte e intenso padecer. Aún queda obscuridad que atravesar, mas no temas a la noche, porque siempre le sigue el día y allí entonces podemos ver con ojos renovados de luz nueva lo que nos ha acontecido.