Pueblos y Tiempos


 

Los humanos constituimos en nuestras modestas sociedades sistemas de interrelación que han dado lugar a numerosos estudios, lo que hacemos, lo que dejamos de hacer, lo que construimos y lo que destruimos se entreteje para conformar el tapiz con el que nos cobijamos y al que hemos convenido en denominar historia.

En la historia encontramos singularidades y extrañezas como la repetición deliberada y sistemática de errores, y cuando esto sucede, hacemos comparaciones entre pueblos y tiempos y con base en los resultados que se han apreciado en el pasado establecemos paradigmas de lo que debe o no hacerse, de lo que deseamos y de lo que hemos de evitar.

Viktor Frankl fue un psiquiatra que sobrevivió a Auschwitz. Como todos los que tuvieron la amarga experiencia de ser torturados en los campos de concentración nazis esos días le marcaron para siempre. Producto de su vivencia y visión en ese tiempo escribió al ser liberado el libro que en castellano se tituló "El Hombre en Busca de Sentido", en inglés "De los campos de la muerte al existencialismo" y en alemán "La psicología de los campos de concentración" en el que explica desde el punto de vista científico y humano lo que significó para él la terrorífica estancia en el campo de concentración y cómo incidía la vida diaria en los campos de concentración en la mente del presidiario medio, tratando de buscar una razón una explicación lógica para la barbarie, la brutalidad por un lado y por el otro de la fuerza, la fe y la voluntad de resistir innatas al espíritu humano.

Uno recorre las páginas y encuentra en ellas el perfil de los capos, esos prisioneros escogidos por las SS para maltratar a sus congéneres y que debido a sus complejos se comportaron de un modo más rudo y brutal que los propios guardias. Frankl lee las motivaciones que llevaron a tantos a perder sus escrúpulos y recurrir a cualquier medio para salvarse, todo desde la perspectiva del prisionero 119.104 en un periplo que recorre desde el shock inicial hasta la incertidumbre de la supervivencia.

Cuando en ocasiones se han hecho comparaciones entre los procesos de resistencia de sociedades contemporáneas, la conformación de los estados totalitarios y el auge del régimen nazi y la ejecución de sus atrocidades algunos voceros de tales regímenes han desechado tales similitudes como burdas exageraciones. Es verdad que el modus operandi del dictador ha evolucionado hasta nuevas formas propias del nuevo siglo cuyas características no son aceptadas por muchos observadores externos. No obstante, la intención subyacente en quienes detentan el poder es la misma, e igual es la evolución mental de quienes sufren la persecución y la represión en uno u otro caso, estas fases por las que atravesaron los prisioneros (apatía, insulto, individualismo, sentido de la pérdida, impotencia y neurosis colectiva) también las han vivido las sociedades contemporáneas que son víctimas del ultraje desde el poder, las viven despacio en formas que han sido ampliamente descritas por numerosos estudiosos de nuestra realidad.

La gran pregunta que debemos responder tras este periplo que atravesamos, lo que debemos propender a tener, después de esta debacle es la capacidad de disponer de un mecanismo que permita seleccionar a los mejores para la conducción de los destinos nacionales y establecer férreos mecanismos de control a sus gestiones, decisiones y actos a fin de evitar, con la finalidad de aprender, con el objetivo de no haber vivido, sufrido y sacrificado tiempo y vidas en vano.

Las soluciones que necesitamos son muy profundas, están en cada uno, en acrisolar nuestras fortalezas, en descubrirnos capaces y profundos, creativos y justos en hacer despertar esa llama que nos ha de abrigar del frío. En entendernos interiormente, cada uno en medio de la tragedia para consolidar un todo más firme más estables y más beneficioso para todos. Pasar del vacío existencial a un sentido de la vida, a una esencia de la existencia.

Apunta Frankl, con la fuerza que le da el haber vivido en ese campo de concentración, de haber trabajado bajo la fuerza, de haber visto el rostro inclemente de la muerte que:

"La vida en un campo de concentración abría de par en par el alma humana y sacaba a la luz sus abismos. ¿Puede sorprender que en estas profundidades encontremos, una vez más, únicamente cualidades humanas que, en su naturaleza más íntima, eran una mezcla del bien y del mal? La escisión que separa el bien del mal, que atraviesa imaginariamente a todo ser humano, alcanza a las profundidades más hondas y se hizo manifiesta en el fondo del abismo que se abrió en los campos de concentración.

Nosotros hemos tenido la oportunidad de conocer al hombre quizá mejor que ninguna otra generación. ¿Qué es, en realidad el hombre? Es el ser que siempre decide lo que es. Es el ser que ha inventado las cámaras de gas, pero asimismo es el ser que ha entrado en ellas con paso firme musitando una oración"

Nosotros siempre, siempre tenemos la decisión de que hacer con nuestras vidas. Y con ello la enriquecemos o la envilecemos.

 

Volver al índice