La Gesta del Olvido



Tañe campana de difuntos voz de callado matiz
en el erial de los campos desolados se nutre la fuerza que templa su bronce
habla, sonido de caliginoso cariz, para ese auditorio expectante
que en su trino escucha el destino presto que aguarda paciente
con ojos de curiosos temor por su final sabido y doloroso.
Baña aurora la luz de enagua del naciente día
y tras el cerco decoroso de la majestad de su esencia
sueña el hijo alcanzar el linaje de aquellos que tienen otra condición
¿puede el pequeño andar el sendero que lleva a la nobleza?
sueña el destino de sus pasos llegar al palacio
sueña la en mitad de la madrugada bajo el tañido feroz del bronce.

Madre, que ves dormitar al hijo, hesitando en tu paso
mujer que sabes de tejer sueños e hilvanar ilusiones
hija con la copa en la mano
escuchad el lamento terrible de las campanas
mirad los destellos de azahares y penas que van en medio del altar
observad en el silencio entre toques
que habita el mismo silencio que hemos escuchado
de las bocas de quienes deben todo saberlo, todo tenerlo,
de quienes deben todo responderlo

Sube el humo a su cielo de azul desmesurado
y con él se van las plegarias de la multitud,
acogidos al silencio flagrante de la soledad
quienes vamos ufanos hacia el poniente,
en realidad retornamos de habernos escuchado en la nada.

¿Pueden los silencios comprar la quietud?
cabe en la silente nada el abismo de nuestros pesares
camino de estrellas, luna de pesares,
detrás de este poniente se van disolviendo
muchas de nuestras esperanzas, y le miramos irse
mientras quedamos con las manos vacías de tiempo
cuando se haya apoderado la noche de nuestros ojos
cuando el manto de nieve amortigüe todo sonido
entonces en una lejana choza de la montaña
una anciana encenderá una luz
que será vista desde las lejanías obscuridades, porque
una noche no basta para sembrar la obscuridad.

 

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