La Sal en la Plegaria


Miro el rostro suave y brillante de su faz bajo la ventana
En el calor del hogar acuna el intenso velo de su mar
Con intenso dolor vago los cimientos, palabras, arcanos
De sus ojos acicalo tristeza y desengaño
Alargado matiz de estancias que velan
Danzas de sonidos que se alejan en la llanura

Y hay así un rostro que señala los estuarios
Sorbiendo las horas del claustro la piedad,
Te miro hoy pequeña y lejana a la espera de la lluvia de nácar
Siento el palpitar de tus pechos silenciosos
Está allí la sombra vaga de tu dolor
Bajo el alféizar está tu estampa grabada en la piedra

He aquí mis canciones de garganta y fuego
Suave lana de espacios arrasados en cadencias y lagos
Son para ti, para tu olvido después del cual habita el perdón
Tengo una ventana para tus ojos brumosos de llanto
Una palabras para tu soledad, un intento por si no llego
Para que se desplieguen ante ti sus alas de arropo y brisa

Mis dedos en esta cítara hablarán para tu entendimiento
Para que mires las cárceles y las hopalandas.
Quien me enseña el llanto de su alma, ha de recibir el sonido de mi voz
Si no hay sentencia capaz de romper el silencio de hielo de tus ojos
Estas notas serán quienes abran las eternas catacumbas, voces
Esperanzas y sentencias
Una oración por tus ojos caídos en la penumbra
Y un mordiente sabor para tu lengua de sequedad intensa

Canto las formas vagas e intensas de la distancia
Al requiebro de sus dulces llantos de soledad y vacío
Camina en la belleza de los portales pequeña mía
Haz de tu luz el camino de mañana, fragua el tiempo entre tus dedos
Lo que no ves, ahora te habita, entre estancias y cárceles
Y ello mismo es la metamorfosis que te construirá
Justo cuando alcances a vislumbrar su figura en la luz.


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