Exorcizar la Vergüenza
En la década de los ochenta del siglo pasado se editó en Venezuela un libro del Dr. Carlos Álamo Ybarra sobre la agreste y nefasta lucha de poderes en el Amazonas de este país. Dejando de lado las observaciones sobre el cuidado de la edición, que deja bastante que desear, se trata de una dolorosa, pero real, semblanza de hasta que límites ha podido llegar el hombre en la manifestación de su codicia y venganza. Tal y como afirma Manuel Alfredo Rodríguez, prologista de la obra, se trata de una historia de sangre, codicia, y menosprecio a la dignidad humana.
La espantosa sucesión de gobernantes, sucedida entre las postrimerías del siglo diecinueve y los primeros veinte años del siglo pasado en el Amazonas. Que actuando como caudillos señores de la vasta selva, y siendo depuestos normalmente en manifestación popular de justicia, en la que cada uno de ellos iba asesinando y tomando el lugar de su predecesor o en el mejor de los casos haciéndolo huir; no es sino un reflejo de un clase de justicia primitiva en la cual, la voz del oprimido infantilmente pide la deposición de un tirano, sin importar si el deponente es un sátrapa de peores proporciones que el anterior.
Esta larga sucesión de vengadores que en una manifestación de delirio suponían estar impartiendo justicia a los cuatro vientos sólo dejo centenares de cadáveres en medio de la densa selva, y el amargo sabor de tener que reconocer que los mecanismos hasta el momento empleados eran absolutamente inhumanos e injustos.
Los ciclos de la historia se mueven y en otros años y lugares se pueden ubicar situaciones de extrema similitud, la circunstancia, el tiempo y los lugares cambian, pero el hombre permanece, sus anhelos de siempre perviven mientras hace el denodado esfuerzo por entenderse a si mismo y su lugar en medio del universo que le corresponde.
Así, el aprendizaje de estos tiempos difíciles en los que fue necesario sufrir dolores de parto para saborear una libertad minúscula, esta misma situación de injusticia repetida en centenares de hogares allende esa amazonia, es hoy el génesis de la obstinada resistencia a la violencia, es el recuerdo de estos caudillos, de estos errores cometidos en el pasado lo que lleva a defender la institucionalidad y a clamar por una paz hasta ahora no conocida, a pedir por una justicia distinta, más real y tangible.
Esta historia de bochorno y dolor es base para buscar ahora con más ahínco una salida basada en la paz, que asegure la justicia y respete los valores. En un supremo esfuerzo en que nos va la vida debemos limpiar las conciencias y echar lejos esos demonios que en alguna oportunidad nos poseyeran prohijando a través de nuestras manos la muerte y la soledad. Nos es necesario de las condiciones que dieron lugar al encumbramiento de hombres como éstos cuyos nombres nadie quiere hoy pronunciar.
Debajo de las metáforas y detrás de los avatares de la historia tenemos que vivir, que aprender a respetarnos y a establecer mecanismos humanos que aseguren que las normas protejan a todos por igual, que se garantice una igualdad de oportunidades a todos, en ello debe basarse la palabra, el esfuerzo, la lucha y la pasión que pongamos en el delicado hilvanado de nuestros destinos como raza y como personas semblanzas de Dios.
Lo que dejamos de hacer en el tránsito va dejando secuelas, a través de nuestra maduración como sociedad vamos dejando sin atar tantos cabos que al revisar lo hecho y aquello por concluir nos encontramos con que el número de las asignaturas pendientes se parece mucho al infinito mismo.